Travesía Falkner

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Entre los días 1 y 3 de Diciembre de 2016 recorrimos junto con Seba y Fer otra de esas travesías que tienen sabor a sueño cumplido: caminar desde un extremo al otro del cordón Falkner y cerro Mesa, desde la Ruta 40 hasta el camping Filo Hua Hum – no por la orilla del lago sino… por las cumbres, por supuesto!

Fueron tres días enteros de caminata, que se hicieron largos y llenos de experiencias; y a la vez cortos, se acabaron pronto y uno hubiera querido disfrutarlos más. Voy a intentar compartir la experiencia muy condensada, sin aburrir… y para quien quien se aburra rápido, siempre puede solamente navegar entre las fotos.

Días previos

La travesía duró tres días. Pero la aventura empezó meses antes (o años) y sigue durando mientras escribo el relato. Planificación de la ruta, armado y desarmado del grupo que venía. La fecha; los días de vacaciones. Pensar las comidas, las compras, quién lleva cada cosa. Los transportes. El equipo técnico que podíamos o no usar. Habrá nieve dura? Habrá suficiente agua? Habra que escalar o rapelar?

La fecha llegó con un sabor amargo de enterarse de la partida de un montañista conocido de nuestra comunidad, a quien en algunos lugares le seguimos los pasos (con décadas de diferencia). Justo en otro aniversario de despedir a mi viejo, a quien también traje conmigo en algún rincón.

El pronóstico amenazaba con tormentas y cambiaba todos los días. El día anterior a salir daba una ventana justa, de tres días buenos, y al cuarto (día de backup si nos retrasábamos o pasaba cualquier cosa) se pudría mal. Por suerte el pronóstico se mantuvo… y ver la tormenta a través de una ventana recién al día siguiente de volver, desde casa, fue un alivio.

Día 1

Después de una noche de casi no dormir, como es usual antes de una travesía, arrancamos tipo 7 cuando nos pasa a buscar Jere para llevarnos hasta la cuesta de Pichi Traful donde arranca nuestra senda. A las 8:45 estamos ya subiendo, entre zigzags para encontrar la verdadera senda y ajustes y reajustes de la mochila tratando que el cuerpo se acostumbre al peso.

La senda de la cara sur del Falkner es bien empinada al inicio, en el bosque. Más de lo que nos acordábamos. La memoria borra esos recuerdos de las partes más aburridas de las sendas. Además de empinada y con bastante ceniza, en tramos estaba cerrada por árboles caídos que hubo que sortear por arriba o por abajo… que no era fácil con una mochila grande como uno mismo y que se movía con voluntad propia.

Recién después de las 11 podemos salir del achaparrado a los mallines de la cara sur, donde toma dimensión (GRAN dimensión) lo áspero que es el primer día en términos de ascenso… el Falkner-Alto (al que llamo así porque algunos llaman Alto, pero las cartas ubican al Alto mucho más lejos y en nuestro segundo día) aparece lejos…. y alto. En la foto se ve el collado anaranjado que sabemos que es la pasada a la cara norte.

Descansamos un poco y arrancamos con el protector solar, que se va a acumular como capas de barniz en los próximos tres días. El cuerpo agradece el cambio de pendiente y empezamos a acercarnos rumbo al filo que nos suba al Falkner-Alto.

El día está un poco ventoso, pero despejado, hermoso para caminar. Vemos todas las cumbres del lado de Traful, y también las más llamativas occidentales como el Peñascoso y el Crespo que hacen resaltar cualquier foto…

En la gran olla antes del filo sur cargamos agua, sabiendo que hasta el campamento no habrá más que nieve. También y a pedido nos ocupamos de dejar una buena pirca para Abel: debería haber venido con nosotros pero como no pudo nos pide referencias para volver en otro momento (que te vaya bien… yo no vuelvo!).

Una vez en el filo nos espera una travesía manteniendo altura en dirección Norte, y luego el verdadero ascenso al collado. La primera parte transcurre bastante rápido con ayuda de algunos neveros que nos hacen olvidar el acarreo que los sostiene.

La segunda parte es mucho, mucho más dura. El acarreo es… como todos los acarreos, y no queda otra que ganar bastante altura a través suyo. Nos vamos alejando uno de otro de acuerdo al ritmo de cada uno, y cuando me quiero acordar ya ni podemos ni gritarnos porque el viento no te deja ni tu propia voz. En la foto vienen Seba y Fer por ahí debajo. Y una manada de nubes los persiguen como autos de carrera desde el fondo.

Al alcanzar el col el paisaje cambia… Hay más planchones de nieve y, principalmente, dejamos de ascender para empezar a avanzar. Detrás de un bloque de piedra comemos algo como podemos y rajamos bastante rápido porque el viento nos cala los huesos (y no es hora ni lugar para sacar el abrigo que usaríamos a la noche, el orgullo no me dejaría).

Así es que partimos rápido, aunque con ritmo tranquilo… y yo empiezo a disfrutar a pleno de esta montaña. Desde este filo el terreno es nuevo para mí aunque haya estado cerca antes. Ahora estamos sobre el lago Falkner y vemos las cumbres hacia el norte, hacia casa. Y estos filos están poblados de castillos de roca únicos.

Justo rodeamos a uno de esos castillos que esta temporada había perdido alguna de sus torres, que estaba desintegrada sobre la nieve de este año. Es curioso que me asombre ver un montón de piedra tirada en el suelo, pero no dejo de pensar que es un recuerdo de que aunque lo parezcan ninguna de estas montañas está totalmente quieta. Son detalles que, pienso, pocos tienen la oportunidad de ver y aun menos de apreciar. (En la foto, se ve una tira gris en diagonal sobre la nieve).

Luego de caminar un último filo se acerca amenazador el verdadero obstáculo del día, el que no tenemos certeza de cómo cruzar… y que si se tornara impasable nos podría modificar la travesía al punto de bajarnos al lago o volver a casa! La torre de la foto descansa sobre un terreno imposible al sur (derecha), y sobre algunos paredones y terreno de laja en pendiente al norte (izquierda), lo que nos deja como mejores rutas: el subirla hasta la cumbre (sin saber como bajarla – esperamos que no!) o cruzar la canaleta de nieve que ya veíamos en los mapas, que tiene una linda inclinación… y exposición.

Por suerte y por la hora del día (y del año), son pocos metros de nieve y a punto caramelo, que nos deja abrir una gran huella y dar seguridad de cruzarla sin siquiera necesitar las piquetas o el resto del equipo técnico. De hecho, los terminamos acarreando si uso tres días en nuestras espaldas.

Pasado este obstáculo ya no siento el frío, gracias a que la adrenalina de esa pasada me anestesia. Aprovechamos el envión para apurar el último tramo hasta nuestro campamento propuesto, situado en una impresionante olla casi redonda, inmensa, que no había forma de hacer caber en una foto.

A esta hora sopla bastante viento, en ráfagas cruzadas, y por mucho que recorremos no hay un buen lugar para hacer el vivac a reparo del viento.

La “mejor” idea (por originalidad al menos) es cavar los 30 cm de nieve vieja del lugar más reparado que encontramos, cortando bloques con las piquetas y sacándolos para reusar como ladrillos de iglú… Es entretenido y hasta prometedor, hasta que comprobamos que el suelo queda formado por una mezcla de hielo, nieve medio derretida, y arena saturada de agua que lo convierte en el lugar más húmedo para dormir.

Al menos entramos en calor con el ejercicio. Nos movemos unos metros y terminamos de instalarnos en una repisa donde el viento pega fuerte, pero es plana y está seca. Con el sol ya escondido tras la cumbre la temperatura bajó rápido y no dio para mucho, más que comer unas buenas pastas con bolognesa y meterse en las bolsas.

Las nubes pasan rápido y cada vez más bajas; se empiezan a tapar las cumbres del Buque del otro lado del lago. Dejamos las mochilas casi armadas como para un eventual escape con lluvia durante la noche y cerramos los ojos. Aún cuando hubiera un hueco entre nubes todavía hay claridad cuando nos acostamos, cerca de las nueve. Mis pocos intentos de ver estrellas a la noche se cancelan cuando el viento sigue arrastrando arena dentro de los ojos…

Día 2

Del resto de la noche no sé nada (la bolsa de dormir se portó bien); hasta las seis de la mañana cuando Seba nos despierta mientras arma el mate. Durante la noche se despejó y calmó el viento, es una mañana con otro sabor en el paisaje y más optimismo para seguir.

El frío convirtió los neveros en toboganes y mi intento de lavarme la cara en el agua de deshielo se cancela por no querer empezar golpeado tan temprano. Arrancamos muy fríos pero a los pocos metros ya nos está pegando el sol, y junto con el descenso por un acarreo horrible donde nos metió Seba para rodear unas cumbres terminamos todos en remera en menos de una hora.

La marcha fue bastante tranquila porque perdimos altura para encontrar terrenos más favorables. Seguimos entre torres rocosas, muchas de las cuales deben estar aún sin escalarse.

Para donde se mira hay fotos. A mí me llama la atención todo, como una cumbre conocida pero desde una nueva perspectiva: aquí el Chapelco Grande justo entre el Cerro Buque (su popa?) y el siguiente.

A medida que faldeamos el macizo y empezamos a girar a la derecha, la vista se abre para dejarnos ver a la distancia el fin del lago Filo Hua Hum, nuestro destino final.

A la luz de la mañana y con los lagos todavía inmóviles tenemos esta vista única del Falkner, Nuevo y Filo Hua Hum, supongo que es la que le da el nombre a la estancia que abarca toda la zona de abajo.

Nos seguimos dejando guiar por los ciervos, aunque no vemos ni veríamos ninguno en altura. Si se saben buscar, las huellas que los animales dejan siempre tienen sentido: en general son las de menor esfuerzo para cruzar de un lugar a otro, van por el mejor terreno o pasan por las fuentes de agua.

Terminamos el faldeo y llegamos al col apodado por Seba “Bebederos”, donde baja… apenas un hilo de agua medio turbia a unos pozones. Cargamos agua igual (los bichos son proteína, no?) y empezamos a subir al siguiente cerro. En el portezuelo encontramos un nevero, resto de alguna gran cornisa del invierno, que está tapado de varios centímetros de ceniza; el viento debe ser constante, moviendo y depositando mucho material acá. En el extremo, la rápida fusión de la nieve al sol hace que la arena se esté derrumbando granito a granito, como en un médano. Algo que la foto no expresa, pero que fue otra cosa curiosa que pudimos encontrar.

Almorzamos al final de esa subida. No hay mucho viento, hace bastante calor y el sol pega con todo. Ninguno quiere arrancar pero queda mucho camino por recorrer así que después de una hora de descanso encaramos de frente al último gran cerro del día, el Alto. (No es el de esta foto). No sin antes encontrarnos con otro cañadón profundo que nos demora bastante tiempo y energía para cruzar.

Cuando terminamos de evitar el cerro Alto (sin subirlo por completo) llegamos a una vista que nos duele… Este era el mallín que primero nos habíamos propuesto como campamento, pero que sacando cuentas hubo que trasladarlo mucho más adelante para quitarle horas al tercer día. El segundo campamento quedaba entonces detrás del cerro Piedra Mora, el primer cerro de corona rocosa que se ve al final de los filos blancos en la foto: lejos.

Para peor, como no tenemos certeza de que hhya agua en ese campamento, la cargamos desde este punto… y porteamos cada uno unos 3kg más de lo que traíamos, y que a esta altura del día ya nos estaba aplastando!

Los filos para llegar al campamento son muy lindos, más allá de que el cansancio no me deja apreciarlo mucho. La roca cambiaba de color de cerro a cerro; hay blancos, amarillos y hasta verdes. Las vistas se abren a norte y sur en unos valles larguísimos que bajan hasta los lagos Falkner y Traful.

Fueron tres horas desde que cargamos el agua para portear hasta llegar al campamento; no sin antes una última media hora de faldeo por un acarreo todo flojo. No puede faltar. Pero al fin pasamos tras la cumbre del Piedra Mora.

El campamento es un lugar medio expuesto al viento, pero casi plano, un espectáculo. Hay un planchón de nieve arriba (que ni necesitamos derretir). Al no estar tapado al oeste el sol nos dura un buen rato más, y permite relajarnos un poco después de las 11 horas que duró la marcha del día.

El viento sigue soplando. Mi intento de armar un guacamole con los ingredientes que traje escondidos hasta el campamento es cualquier cosa; entre la palta demasiado verde y la arena que el viento transporta al plato mientras lo preparo. Por supuesto igual está rico, porque todo es delicioso con suficiente distancia y altura.

Lo último del día son las deliberaciones sobre la forma de las nubes: que si predicen mal tiempo, que si la tormenta llega mañana, que a dónde rajamos si el temporal llega esta noche.

El tiempo se mantiene bueno, y a las dos de la mañana me despierto para ver una Vía Láctea increíble, perfectamente orientada con la bolsa de domir (por suerte; porque con el frío no iba a asomar ni el cogote). Me traje prismáticos sólo para ese momento, que están ya fuera de la mochila. Es mágico poder multiplicar las estrellas que ya se ven por miles, en cada lugar donde enfoco el lente. Una experiencia única que sólo dan los vivacs en la montaña, hotel con millón de estrellas!

Día 3

Luego de observar las estrellas dormí tan bien que cuando Seba nos despierta son más de las 7, y el sol pegaba a pleno en la bolsa de dormir (aunque no había levantado temperatura aún para obligarme a salir de ella). Desayunamos rápido y en menos de media hora estamos en marcha.

Lo primero que me llama la atención y me tiene intrigado un buen rato es un perfume muy dulce, riquísimo, que no tiene explicación. Estamos en el medio de un filo de roca, sin vegetación más que un pasto o musgo cercano. Avanzamos bastante hasta que subiendo el siguiente cerrito descubro que es el perfume de unas flores amarillas en miniatura que cubren buena parte de este cerro. Es increíble la distancia que recorre este perfume, seguramente justo al momento de abrirse las flores a esta hora de la mañana. Hablando de experiencias únicas que sólo me importan a mí…

La dulzura de esas flores se acaba muy pronto al faldear el cerro por el lado equivocado, otra vez un acarreo con pendiente máxima. Por lo menos de este lado pudimos ver, ya alejándose, nuestro último campamento – que nos hace acordar mucho al Cajón Negro donde dormimos en aquella travesía de 2013.

Las siguiente hora o dos es la subida al macizo del Cerro Negro, el último de este cordón antes de llegar al Mesa. A pesar de que encontramos ya huellas de caballo, este lugar sigue teniendo mucho sabor a inexplorado.

Desde una meseta que se forma arriba ya podemos ver las últimas cumbres de la travesía, que vinimos planificando y navegando con ayuda del mapa todo este tiempo.

En el siguiente mallín encontramos una posible explicación a tanta huella de ciervo y de puma mezcladas que veníamos encontrando. Si bien el único bicho que vimos alrededor fue un zorro gris, hay una cumbre de piedra con algunas cuevas y restos de un ciervo al que recientemente se almorzaron… no sabemos si el puma está adentro o no, pero es un refugio ideal y no queremos ni darle la espalda. El único que se atreve es Fer, dándonos la tranquilidad de que sería el primero en ser comido si el puma se despierta con hambre.

De lo que sigue faltan unos cuantos kilómetros, pero el cansancio del grupo y algunas lesiones nos hacen modificar los planes. En lugar de seguir por los filos cumbreros cambiamos a buscar huellas a menor altura, así que nos mantuvimos cerca del bosque y por senderos que se notan muy pisados.

Cruzamos dos o tres mallines grandes y muy lindos… y ya casi en el final de la travesía podemos ver atrás, a lo lejos, las cumbres del Falkner: que habíamos cruzado anteayer, ya azuladas por la distancia.

Aún queda terreno por recorrer y, sobre todo, altura para perder. En cuanto nos orientamos con certeza viendo el lago y los filos que bajan al camping, con la seguridad de ver senderos que bajan, nos mandamos para abajo. Lástima que los senderos se nos pierden y dimos varias vueltas en el bosque para llegar.

Finalmente y luego de 11h de marcha este día, llegamos al lago. Apenas con tiempo de meternos en el agua para sacarnos la ceniza que nos tapaba, justo antes de que llegue Ricardo puntualmente a buscarnos.

Volvemos muy cansados y sucios, y con una cantidad de imágenes por procesar (no sólo de las digitales) que no entran en la cabeza. Recién diez días después me pongo a escribir este relato, ya reviviendo la experiencia y dejando todo listo para seguir haciéndolo cada vez que vuelva a estas fotos.

Bonus

Si leíste hasta acá, espero que esta visualización te transporte a las imágenes que ya viste. Se puede cambiar la velocidad, pausar, y mover la cámara en cualquier momento.

Y no puede faltar el mapa y las estadísticas:

Total distance: 17.28 km
Max elevation: 2082 m
Total climbing: 4150 m
Total time: 09:10:51